viernes, 11 de julio de 2008

Seattle 1999 o la globalización apocalíptica

Por: Dolly Natalia Ardila




En tiempos en que el afán por suscribir acuerdos de libre comercio es la constante por parte de muchos países -sin importar qué se pierda en el intento-, la Resistencia Global ha encontrado un caldo de cultivo ideal para las ideas que van desde proposiciones moderadas hasta publicitados extremismos. Las consignas entretanto encuentran eco en movimientos políticos que han adoptado patrones similares de movilización, difundidos gracias a las Nuevas Tecnologías. Si la Internet es una de las más evidentes pruebas de una inminente globalización, paradójicamente, como dijo alguna vez el premio Nobel de economía Amartya Sen, el movimiento antiglobalización es la más globalizada de las protestas.

Una gran pancarta cubrió la faz de la tienda de Old Navy en el centro de Seattle. La rutinaria normalidad de los habitantes de esta ciudad se vio interrumpida el 20 de noviembre de 1999 cuando se enteraron de las paupérrimas condiciones a las que eran sometidos los trabajadores de esta gran empresa, gracias a una vieja táctica conocida como Banner drop (acto consistente en cubrir sedes de multinacionales, corporaciones o instituciones con gigantescos carteles de protesta y que se considera casi siempre , un acto de vandalismo). La conferencia de la OMC (o WTO en inglés) estaba por realizarse y tan sólo era cuestión de días para que los líderes de las grandes potencias económicas del mundo y de aquellas que no lo son tanto (o que están bien lejos de serlo) arribaran a esta ciudad.

Paralela a la Ronda del Milenio -una cumbre en la que esta organización multilateral decidiría de qué manera el mundo debería integrarse para pasar del proteccionismo local a un mercado mundial en el que existiera la menor cantidad de barreras posibles- se llevaba cabo la otra cumbre. La AFL-CIO*, el Fondo para la Defensa legal para la justicia en la tierra, El COSATU (Congreso de trabajadores de Sudáfrica), Acción global de los pueblos, Los menonitas por el comercio justo, Greenpeace, Public citizen, entre otros fueron sumando sus fuerzas paulatinamente. Para el 30 de noviembre, en vísperas de la inauguración de la conferencia, entre 20.000 y 30.000 personas se encontraban atrincheradas en la ciudad en espera de una manifestación que sería llevada a cabo entre el teatro Paramount y los hoteles en los que se alojaban los participantes y miembros principales de la OMC. Una multitud en la que se mezclaron grupos ecologistas con grupos sindicalistas, religiosos, pacifistas, anarquistas, representantes de los pueblos indígenas, marcharon juntos por un comercio que debía asumirse en los términos más justos posibles, sobre todo para los países en vía de desarrollo y aquellos que se consideran simplemente pobres. Lo que sucedería después daría lugar a lo que se llamaría La batalla de Seattle, en la que anarcoprimitivistas (caracterizados por portar la capucha y el pañuelo en la cara, distintivos del subcomandante Marcos) junto a otros manifestantes con discursos algo más concretos fueron enfrentados por la policía que arremetió contra todos los manifestantes por medio del uso de la fuerza. Este episodio daría lugar también, a la consolidación de un movimiento mundial, el movimiento de Resistencia Global o antiglobalización.


(imagen tomada de:http://www.internationalsocialists.org/seattle/0n30-30.jpg)

Genealogía de una tendencia mundial

La globalización es un término cuya ambigüedad ha conducido esencialmente a ligerezas en su interpretación. Activistas políticos y económicos de todo el mundo han puesto de manifiesto en varias ocasiones su franco desprecio o bien sus reparos frente a un concepto que pocos pueden definir a ciencia cierta sin desviarse hacia una idea apocalíptica. La antiglobalización se ha convertido en un verdadero caballito de batalla para muchos de los que se erigen como adalides de la justicia social y política.

Pero ¿qué es entonces la globalización? En su artículo El proceso llamado globalización, Noam Chomsky la define como “la integración internacional, sea o no bienvenida, dependiendo de las consecuencias”. No obstante, Chomsky aclara que en Occidente ésta “hace referencia a ciertas formas específicas de integración internacional (…) concebida sobre todo en beneficio de ciertas concentraciones de poder privado; los intereses de todos los demás implicados son incidentales”. (. Chomsky Noam. El proceso llamado globalización. http://www.nodo50.org/globalizate/ques.html)

Desde esta perspectiva es posible dilucidar que incluso un analista como Chomsky, que está inscrito en la izquierda radical estadounidense encuentra que la globalización puede ser observada desde sus presupuestos más simples como una integración, que si bien no ha sido llevada a cabo de la manera más responsable existe al fin y al cabo de manera paralela a la dinámica del comercio mundial. Tal vez esta premisa desapasionada pueda ser la explicación de una frase inusitada en este autor: “Ninguna persona en su sano juicio se opondría a la globalización. La cuestión es en qué forma se adopta”.

Y es que bajo la apariencia de acuerdos que eufemísticamente son llamados de libre inversión se esconden verdaderos contratos leoninos que implican desventajas como el que ha estado en discusión entre EEUU Y Colombia (pero cuya firma ha sido impugnada por el Congreso de ese país, que arguye su negativa en vista de las cifras de sindicalistas asesinados). Eduardo Sarmiento en un reciente artículo lo expone de esta manera:

El país renuncia a los aranceles, la intervención cambiaria, los controles de capital y la fijación selectiva de precios (…) Lo más curioso es que estas restricciones no aplican a Estados Unidos, que dispone de amplios medios para eludir los designios del mercado. El país del norte mantiene inmodificada la discrecionalidad para aplicar los subsidios agrícolas, inundar al mundo de liquidez para devaluar el dólar, endeudarse en su propia moneda y emplear la política fiscal y monetaria para conceder incentivos al sector financiero, las empresas, los contribuyentes y el empleo (…) (Sarmiento, Eduardo. El riesgo de la estanflación. El Espectador, Marzo 15 de 2008)

La globalización entonces, no es el problema. El quid está en el enfoque mediante el cual se asume, además de la posibilidad de que los países tengan de negociar en términos equitativos para no aislarse del resto del mundo y crecer.

Después de la tempestad ¿vienen las ideas?


(imagen tomada de: http://www.inthesetimes.com/images/29/03/seattle.jpg)

La multitud fiera que arremetió contra tiendas quebrando vidrios y saqueando sus artículos, se entremezcló con aquella que de forma pacífica quería sentar su desacuerdo frente al hecho de que fuera la OMC, junto con el FMI y el Banco Mundial quienes deliberaran acerca de las políticas económicas a adoptarse en el resto del mundo, sin importar grados de desarrollo que obviamente no son iguales en todos los países. La multitud al fin y al cabo, al no diferenciarse claramente fue tratada como una masa informe y homogénea por las fuerzas de seguridad, quienes aplacaron toda forma de manifestación mediante gases lacrimógenos, gas pimienta y balas de goma. La multitud pese a todo se impuso a la realización de esta reunión, que no pudo ser llevada a cabo de la manera en que los directivos de la OMC lo hubieran deseado, tal como figura en las declaraciones de Mike Moore, director de la OMC (disponibles en la minuta de la conferencia de Seattle):

Siento especial decepción porque el aplazamiento de nuestras deliberaciones significa posponer los beneficios que se habrían derivado para los países en desarrollo y menos adelantados, para los cuales, en cambio, no van a desaparecer los problemas. El logro de un conjunto de resultados no deja de estar al alcance de la mano”. (http://www.wto.org/spanish/thewto_s/minist_s/min99_s/spanish/about_s/resum03_s.htm)
Es evidente aquí cómo aquellos que desean implementar el modelo se acorazan detrás de la ecuación falaz que asume que el desarrollo es igual a la apertura indiscriminada de mercados, sin otorgar beneficios de inventario de condiciones y ventajas comparativas a las economías menos favorecidas. Los casos de China e India son ilustrativos a este respecto. Estos países han crecido a altas tasas pero conservan medidas que tienden a la protección, sin soslayar el intercambio internacional, tales como subsidios y aranceles, aun cuando se han integrado como economías de mercado a nivel mundial.

Si bien es cierto que desde un punto de vista corporativo se ha propuesto desde la OMC que la globalización de la economía debería realizarse a partir de la eliminación de barreras arancelarias, y mediante la adopción de un esquema neoliberal en el que el proteccionismo (traducido en subsidios y sustitución de importaciones) y el intervencionismo del Estado sean nulos no puede entenderse que la apertura hacia otros mercados implique necesariamente éstas condiciones.
A este respecto Ha joon Chang, uno de los especialistas más críticos con el modelo de mercado propiciado por la OMC opina que los organismos internacionales recomiendan a los países en desarrollo medidas que ellos mismos no adoptaron para crecer a largo plazo. En su libro Kicking away the ladder Joon Chang recomienda no sólo condiciones más democráticas para el establecimiento de acuerdos, sino que los mismos países en vías de desarrollo se empoderen de su derecho a decidir las condiciones en que los firman y a utilizar medidas como aranceles, subsidios, entre otras. En conclusión, Joon Chang postula que América Latina y otros países en desarrollo deben abandonar las políticas neoliberales, si en realidad desean crecer. (Entrevista con Ha Joon Chang "Los organismos internacionales deben respetar la libertad de los países en desarrollo". http://www.puntodeequilibrio.com.pe/punto_equilibrio/01i.php?pantalla=noticia&id=15252&bolnum_key=13&serv_key=2100)

Postula además, que a pesar de la tendencia creciente a asumir la inserción en un mercado globalizado, las condiciones no siempre son iguales para todos. Una muestra de ello es el hecho de que Estados Unidos promueva la suscripción de tratados de libre comercio con países latinoamericanos, cuyos inmigrantes son perseguidos. Chomsky evidencia este factor con el ejemplo de los inmigrantes mexicanos:

Por ejemplo, General Motors puede exigir un "tratamiento nacional" en México, pero un mexicano de carne y hueso no saldría muy bien parado si exigiera un tratamiento similar tras cruzar la frontera en Texas, suponiendo que lograra entrar vivo (muchos no lo logran)(…)”

(http://www.ny4whales.org/BenWhitePhoto1.jpg)
Los movimientos antiglobalización siguen vivos hoy día. Compuestos por miembros lúcidos y analíticos -así como por otros obcecadamente contestatarios- perviven en el tiempo y son capaces de romper las barreras del espacio mediante la Internet, así como fijar sus patrones de actuación de acuerdo con unas pautas determinadas que plantean estrategias de intervención (como los Banner Drops o acciones que contemplan desde la desobediencia civil hasta las manifestaciones artísticas). La carencia sin embargo, de intelectuales que asuman una posición crítica en la que tanto la globalización como su contraparte sean examinadas a la luz de un verdadero conocimiento científico es notoria; mientras que una juventud romántica que persigue ideales de equidad sataniza un hecho con el que convivimos hace años, a base de sofismas.

¿Queda una reflexión, una postura sustentada frente a la globalización más allá de las consignas? Si bien muchos sectores contrarios a las actividades de la OMC ofrecieron puntos de vista válidos en los que se exponían situaciones puntuales frente a unas reglas de comercio exterior nada equitativas, hoy día vemos cómo la batalla de Seattle es recordada como un episodio histórico, digno de ser recordado en los anales de la lucha política y de los movimientos sociales que estuvieron allí, pero frente al cual la reflexión es más bien poca. Una postura crítica frente a la globalización ¿debería plantearse en términos de oposición? Y probablemente yendo más allá ¿es posible oponerse a la globalización después de todo?